LA ENSEÑANZA DE LA POESÍA EN LA ESCUELA
Alice Castaño
Relatora
No hay nada nuevo en decir que la enseñanza de la poesía en la escuela tiene muchas dificultades. Esto obedece a múltiples motivos, una de las barreras que encuentra el lenguaje poético en la escuela consiste en que se ha reducido a un objeto de análisis, de estudio. Se enseñan sus características formales y de contexto: rima, clases, métrica, figuras literarias y periodos. Se utilizan los versos para que los estudiantes localicen en ellos sustantivos, adjetivos y verbos. Al ser tratada como un texto para encontrar clases de palabras o aspectos que no tienen que ver con su esencia, con los sentimientos, deseos, propios del ser humano, como algo que permite ver la realidad de otra manera, la poesía muere. Se convierte en un texto carente de emociones, de significados, en un arrume de palabras agrupadas en renglones cortos.
Otra práctica que ha contribuido a separar la poesía de su naturaleza, es dejarla para las celebraciones escolares o las llamadas “fechas especiales”. Allí llega la poesía para ser recitada de memoria. Además los poemas que se llevan al aula no se eligen pensando en su calidad, ni en los niños, sino en que sean funcionales dentro del programa académico. De ahí el poco significado que tienen para los estudiantes.
Otros factores que inciden son coyunturales, como la concepción de educación que maneja el Estado colombiano, en donde se privilegia enseñar solo aquello que tiene futuro en el mercado laboral, y frente a esto la poesía lleva todas las de perder.
Las experiencias personales también hacen su aporte. Los docentes no sabemos despertar pasión por la poesía porque cuando éramos estudiantes fuimos sometidos a las mismas prácticas, por lo tanto hay una tendencia a perpetuarlas. Uno de los hábitos que contribuye a esto es que en la escuela se privilegia la narrativa, fuimos prácticamente formados en este género y nos sentimos más cómodos con él. Así, todo está dado para que la poesía sea una forastera en el aula.
Otra costumbre que como maestros manejamos es la de dejar un poco de lado la emoción y el corazón, a lo mejor por aquello de trabajar con el conocimiento. Subyace a esta actitud el miedo inconsciente a enfrentar al "otro" en su intimidad, en su subjetividad, un campo en el cual ya no tenemos mucha autoridad y menos poder, y sobre todo sentimos miedo de descubrirnos ante ese "otro" como ser humano antes que maestro. Nos estamos negando y estamos negando la posibilidad de hacernos más y mejores seres humanos desde al acto de educar en la palabra.
Las razones expuestas hasta el momento generan que el acercamiento a la poesía se haga fuera del espacio de dominación del maestro: el aula. Surge la clandestinidad del lenguaje, sin ataduras, sin mediaciones pedagógicas. Hay un hecho concreto, los muchachos crean poesía y leen poesía sin su maestro. El acercamiento se da cuando se siente la necesidad de encontrar alguien que haya escrito sobre lo que se siente y uno no sabe cómo expresar, o al contrario por la necesidad de expresar lo que se siente: la soledad, el dolor, la angustia, el amor, el desengaño, el juego, son apenas algunos aspectos que hacen que los niños y jóvenes escriban en otros espacios.
Redimensionar las múltiples posibilidades del lenguaje poético, traspasando los límites en los que lo hemos tenido inmerso, nos ayudará a evidenciar que la escritura poética es una forma ideal de permitir relaciones significado/significante, comprensión lectora, musicalidad del lenguaje, sintaxis, polisemia, entre otras. La poesía da vía libre para la interpretación, la jocosidad, la alegría, la expresión de diferentes puntos de vista y de todo tipo de sentimientos como los mencionados anteriormente. Además, en el campo de la cultura, facilita el conocimiento de diversas culturas, los temas sociales, los dramas humanos y la estética de la escritura.
Por lo tanto, es un momento especial para desafiarnos a nosotros y a nuestros estudiantes a redescubrir la poesía, a penetrar en el mundo de la metáfora, la comparación, los símiles las personificaciones, los sentimientos. Hay que tener en cuenta que los niños cuando llegan al aula escolar, ya hacen uso de esas figuras, juegan con el lenguaje. La Escuela cercena una disposición, un conjunto de percepciones que son ya naturales en los niños. La cuestión debe centrarse entonces, en cómo evitar que se pierda esa pureza y esa conexión natural con la poesía. Cambiemos la frase "El niño nace poeta y la escuela lo corrompe"[1], por “el niño nace poeta y la escuela le da alas”.
La invitación es a retomar la enseñanza de la poesía, se necesitan profesores inquietos, sensibles, que reconozcan la potencia de este género para llevar a las aulas esta forma especial de escribir, esta mirada diferente al mundo, esta exploración de subjetividades. Cada género literario tiene sus propias características, por lo tanto necesita una forma especial de enseñarse, pensando en la poesía a continuación trataremos algunos aspectos para tener en cuenta.
Para leer poesía se pueden hacer sugerencias a los estudiantes sobre qué poemas leer, dejar que los niños y jóvenes lleven su propio corpus, dejarlos leer en clase, los poemas pueden ser propios o de otros autores. Esto genera en los estudiantes mayor compromiso y entusiasmo. Para hacer estas sugerencias se debe tener en cuenta los gustos del niño o joven, su edad, su bagaje cultural, sus conocimientos, su visión del mundo, sus experiencias y su historia personal. Enfatizamos que para acercarnos a la poesía hay que leerla y leer mucho, se deben propiciar múltiples encuentros de diferentes poetas con nuestros estudiantes, pues no todos los autores llegan de la misma manera, o no siempre se está preparado para el encuentro con uno.
Para garantizar esta aproximación a la poesía es necesario que en el aula roten diferentes libros poéticos, antologías, juegos con el lenguaje, rondas, etc. La construcción de estrategias debe estar centrada en el ‘Dar de leer poemas’ a los niños y niñas con el fin de disfrutar, dibujar, regalar y jugar con la palabra alada; el maestro debe trabajar para animar el despertar de la vida interior del estudiante. Es requisito entonces que, como docentes, armemos nuestra propia biblioteca de poesía, nuestros libros favoritos o seductores para iniciar a los lectores medios incluso aquellos renuentes a la poesía. Pensemos que si ellos quedan conquistados, también lo estarán aquellos niños y niñas que ya tienen fascinación por este lenguaje.
El acercamiento a la poesía debe ser progresivo, una vía que puede resultar fecunda, es articulando la poesía de tradición oral (nanas, trabalenguas, retahílas, coplas, juegos rítmicos) a la gran poesía, a través del juego. “La poesía en su función original, como factor de cultura primitiva, nace en el juego y como juego”, nos recuerda Huizinga. Por medio de un clima lúdico es posible que la imaginación infantil responda vigorosamente a nuestras provocaciones; es posible, igualmente, transformar el lenguaje en un lugar de fiesta y celebración. Un libro que da pautas sobre como jugar con el lenguaje es “Juguemos con la poesía” de Guillermo Bernal Arroyave.
En cuanto al ambiente, para disfrutar, leer o escribir poesía, se necesita un lugar adecuado. Hay que crear un ambiente propicio de tranquilidad, espacio que permita sentir los sonidos, los olores, el movimiento; la disposición no solo es del espacio físico sino también del pensamiento. Podrían realizarse actividades concretas que ayuden a desplegar ese despertar de los sentidos, llevar diferentes texturas al aula, fragancias, sonidos que se disfruten con los ojos cerrados, imágenes que nos cambien la percepción como los cuadros de Octavio Ocampo o Salvador Dalí. Citando a Fernando Vásquez “los poetas son maestros de la observación…sus sentidos andan en permanente actitud de esponja”. Esas cualidades hay que cultivarlas en los niños y jóvenes.
Para escribir poesía o para acercarse a ella hay que ser docentes muy sensibles y valorar lo que sucede en el aula de forma sorpresiva, no planeada. Estar atento ante circunstancias inesperadas pero potentes fuentes de estimulo para la creación poética. Los adultos generalmente nos quedamos perplejos frente a los niños que preguntan ¿Qué comen los aviones?, ¿Dónde duermen los ríos?, ¿Hoy es mañana?, ¿Dónde está la mamá de los huequitos?; o frente a los niños que dan de beber a las gallinas dibujadas o que dicen que soledad es estar sólo con nadie[2]. El docente debe adaptarse a la poética de los niños. Debemos estar pendientes a esas situaciones que no se dan como resultado de una clase específica, sino que son espontáneas y detonadoras al mismo tiempo. No tienen que tratarse, discutirse o trabajarse de inmediato, sino escribirlas en un papel dentro del salón donde todos puedan leerlas y dejar que de manera espontánea los niños se acerquen y escriban lo que opinan, sus emociones, etc., para luego volver sobre ellas de manera conjunta.
Otras motivaciones individuales que se pueden usar como principios generadores para escribir poesía son: Una situación que recuerde un instante de alegría, felicidad o de profunda tristeza, la historia del primer amor, la descripción de un momento de la infancia, el primer día de colegio, un paseo inolvidable, el olor más desagradable, el sabor mas delicioso, el sabor más repugnante, el sonido más aterrador, la experiencia de la muerte, el ser más extraño que haya conocido , el pez que vuela, el pájaro que nada, un gran juego en la cancha, el balón de fútbol…
Por otro lado, la escritura de poesía también puede iniciarse retomando fragmentos o versos de un poeta conocido que provoque la fantasía en el lector, así éste completará con algo atractivo o lúdico el texto. Siguiendo la misma línea, se puede escribir con diferentes consignas, inventar frases donde un animal o un objeto sean tratados como personas, crear metáforas para algún objeto de manera individual y luego unirlas con las de otros compañeros para formar una poesía; seguir el estilo de algún autor, usar solamente adjetivos para describir un objeto o escribir una poesía a partir de una imagen. Asimismo, aprovechar la pasión y engomamiento que las nuevas herramientas tecnológicas despiertan en los estudiantes para ensayar y explorar nuevos formatos. De igual manera, debemos tener en cuenta las estrategias que hemos aprendido en este módulo y que son muy valiosas.
La poesía, no solo se encuentra en los poemas, está presente en la literatura, en nuestra vida, a nuestro alrededor y en las canciones. Estas últimas se constituyen en un aliado para llevar por el camino de la poesía a los niños y jóvenes. Hay canciones con letras preciosas, verdaderos poemas, algunos cantautores que se destacan por sus producciones estéticas y sensibles son: Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Joaquín Sabina, Mercedes Sosa, Soledad Bravo, Cecilia Todd, Ricardo Arjona, Juan luis Guerra, Shakira, Alejandro Sanz, entre otros. También podría aprovecharse los poemas musicalizados de Benedetti, Nicolas Guillén u otros autores que son declamados por diversos artistas como es el caso de Neruda.
Otro elemento que estimula el acercamiento a la poesía es la discusión en clase; permitir que la voz de los alumnos surja que opinen y discutan sobre los textos escuchados y leídos les dará más confianza y familiaridad con el género. Estimular y alentar el proceso de discusión libre, espontánea, sincera y analizar los componentes de la escritura poética para que cada estudiante haga su interpretación propia de la poesía.
El reto que tenemos consiste en lograr que nuestros alumnos encuentren las palabras y así la poesía deje de ser un ejercicio aburrido, sin sentido y riguroso y se convierta en una actividad donde ellas fluyan libremente, sin ataduras, sin reglas, únicamente por el placer de expresarlas. Pero para ello es necesario platear en las aulas ejercicios que no actúen como inhibidores, sino que por el contrario estén llenos de significación y de sentido,
CONSTRUYENDO UN DECÁLOGO
Tener en cuenta los intereses de los niños y jóvenes. Los niños tienen especial interés en ciertos juegos con el lenguaje y los jóvenes sin darse cuenta aman la poesía y lo expresan a través de cartas de amor, letras de canciones, cartas a los amigos, mensajes en el chat, etc. Esto se convertiría en contexto y pretexto para planear una secuencia didáctica.
Tener en cuenta que la teoría debe ser un punto de llegada y no un punto de partida. Así que, los encantaremos a través de la palabra y cuando estén lo suficientemente sensibilizados empezamos a lanzar perlas teóricas.
Convertir la poesía en un espacio permanente de goce estético para nutrir su creación e imaginación. Organizar rincones, asistir a encuentros poéticos y participar en jornadas de sensibilización en las que muestren sus producciones poéticas a otros. Validar su palabra de manera que opinen y discutan sus textos y los de otros.
Valorar la poesía como complemento de la formación del espíritu humano en la que afloran sentimientos y emociones. En la historia personal aporta a las formas particulares de acercarse a lo poético.
Acercarse a las nuevas tecnologías que los jóvenes y niños utilizan para aprovecharlos en la creación poética. Así podríamos aprender y enseñarles otras formas de usar la tecnología. Relacionar su mundo con la poesía.
Privilegiar lo estético antes que lo útil.
Incluir la poesía como un género fundamental en la escuela y no como relleno.
Dejar de lado el miedo de conocer y dar a conocer nuestra subjetividad a través de poesía. No todo lo tenemos que controlar. La poesía debe deleitarse y no imponerse.
Adoptar diversas estrategias de trabajo como la construcción colectiva, en pareja o individual.
Crear un ambiente propicio de tranquilidad, espacio que permita sentir los sonidos, los olores, el movimiento, sientan el deseo de querer leer y escribir poesía, la cual tiene un sentido de uso real, sin el temor a ser evaluado, compartiendo sus producciones en el marco de un proyecto o secuencia didáctica.
[2] “a diferencia de nosotros, el niño posee entera la fe creadora y no tiene todavía la simiente de la razón destructora. Es inocente y, por lo tanto, es sabio. Conoce mejor que nosotros la sustancia inefable de la sustancia poética”. Federico García Lorca.
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