UNA DISCUSIÓN CON AROMA DE CAFÉ
Para festejar un premio Británico que había sido otorgado a Colombia por la descomunal calidad del café, los diferentes cafés del país se congregaron en una hacienda del eje cafetero. Se encontraban reunidos los de la región Antioqueña, Santandereana y cafetera. Estaban muy contentos celebrando la victoria y conversando amenamente sobre sus cualidades: el aroma, la textura y el color que cada uno poseía; pero de un momento a otro, todo se tornó confuso, parecía una torre de Babel. Nadie entendía nada, el desorden era inminente. Se arma la discusión porque cada uno expone que es mejor que el otro. El primero en iniciar es el café de la región Antioqueña, quien con su tonito paisa, se refiere a los demás en términos desafiantes:
- Mijiticos, a ustedes ¿quién les dijo que son buenos? Mírense, huélanse, les falta mucho para el aroma y sabor. Este comentario, dispara la atención del café de Santander, quien con su amable, pero enérgico temperamento, contesta:
- ¡Ole mano! Lástima que la cabeza le sirva sólo para tener el sombrero y la espalda para cargar el pedazo de poncho y carriel, pásese por Santander, allá con el café, sopa y seco para usted. Airoso entonces, salió el representante de la región cafetera, anfitrión del evento:
- ¡Hola amigos cafeteros! Si nos viéramos en estos momentos, de efervescencia y calor, nos daríamos cuenta que afectamos nuestra esencia, nuestro aroma y sabor. Y como sentía que la discusión los llevaría a la derrota, cerró sus ojos y esperó a que el pájaro del alma hablara por él; era una manera de escapar a la realidad, de hacerse sentir con imponencia hacia el presumible café de Santander. Era rara esa actitud, así que paisa y café, tomó aliento y preguntó: -¿Duermes?, o es una de tus marañas, para presumir de mejor sabor?
En ese preciso instante, retardado entró café cundinamarqués, quien con paso firme y elegante porque sabe de su sabor, su aroma y su inspiración, miró a todos y pronunció:
-Lo mejor es que terminen la discusión, ya saben ustedes que ante nuestro aroma no hay punto de comparación. En nuestra querida Colombia o en los largos viajes al exterior, el café ha pasado mil pruebas, pero en definitiva es el mejor. En tiempos de sueño y lluvia, café tibio para los labios y aromático al olor; inclusive en las mañanas hasta la cama voy; espero, beso y de nuevo empieza la relación. El tinto se acaba, pero queda la sensación, el aroma favorece a una nueva invitación.
Ya los ánimos calmados, café anfitrión, pronunció una conclusión: la necesidad de unirnos todos es nuestra mayor ilusión, de Cundinamarca y Antioquía, resaltemos su sabor, de los Santanderes, su aroma y color, para que aquí, desde el eje cafetero, disfrutemos del galardón. Reconozcamos que la variedad colombiana, le corresponde a toda la nación. Más bien, brindemos por el mejor café, hagamos honor a Valdez, y que acabe la discusión!!